Un cuarto, dos lámparas y un televisor. Un todo y una nada. Mi cabeza dando vueltas sin asimilar muy bien tu ausencia, sin darse cuenta que no estás...
Y luego, al hacerlo: el miedo, la incomodidad.
Y me miento, me cuento cuentos sin final, me hilvano un tren de ideas sin sentido, con rutas sin retorno y pensamientos sin tierra firme para embarcar.
Es tu embarcadero.
Tu ansiedad y mis nervios fríos.
Es tu ciudad, vos y yo.
Somos nosotros: los nadie, los nada, los sin tiempo. Aquí no hay suelo, ni espacio; no hay mañanas agridulces, caricias adormitadas, ni te amos con mal aliento.
Te voy a extrañar una vez más.
Ya se me va haciendo costumbre.
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