Los espacios vacíos en mi mente han comenzado a reclamarte. Me preguntan constantemente por vos y tu sonrisa de almidón, por tu postura relajada y por esa pereza de medianoche que me conminaba siempre a la misma posición sexual.
Juré ya no dibujarte en mis pensamientos, nunca más en los rincones de mi cabeza, mucho menos imaginar el beso de reencuentro, ese que ya nos toca, ese que conmemoramos anualmente como una fiesta de dependencia, una fecha en la que festejamos el amarre maldito y la obsesión cansina de un nosotros que jamás logra terminar.
Los espacios vacíos te reclaman, pero no voy a complacerlos.
Esta vez no puedo.
No depende de mí.
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