Leo tu nombre y me resulta nuevo e inexplorado.
Leo tus palabras y, al hacerlo, refresco el sopor del tedio y la soledad.
Escucho tu voz y, con ella, descubro mi nombre entonado con acentos de novedad.
Me atrapás sin más. Quedo a la espera de tu respiración en mi oído; quedo al pendiente de nuevos vibratos, suspiros disonantes que capturen mi atención y me conviertan en tu prisionero.
Todo es nuevo excepto el verde en tus ojos, lo cobrizo de tu pelo y lo traslúcido de tus pestañas. Hemos estado frente a frente antes. Nos hemos besado antes. Has tomado mis caricias y las has cubierto de tus besos antes. Mi mente me juega juegos como nunca. Mi mente me traiciona y el corazón lo resiente. El latido arrítmico es doloroso esta vez porque despierta un sentimiento que una vez habitó en mi pecho.
Vos sos diferente, me lo repito tres veces.
Y no puedo comenzar a creerlo.
Vos sos la diferencia entre aquí y allá.
Vos sos nueve mil trescientos dieciocho kilómetros.
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