Uno, dos y tres conceptos pasan volando por mi mente. Los leo, los releo y los leo otra vez y ninguno de ellos parece alcanzar sentido. Las letras y los números dejan de guardar su habitual coherencia, su simetría perfecta: tan gris, tan pulcra y tan ordenada en párrafos odiosos y cansinos.
Uno, dos y tres suspiros (que ahora vomito) quedan tendidos en las hojas de mis libros, esos mismos que cargaba apilados cuando te vi por primera vez.
Uno, dos y tres besos (nunca dados) yacen muertos en un baúl que no pretendo abrir jamás. Arderán por siempre en el infierno del olvido. Junto a tu nombre.
Es hora de comenzar a leer.
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