Podríamos mentir como dos adultos normales lo hacen y decir que volveremos a vernos. Podrías dejar tus excusas y finalmente admitir que te gusto, que nos gustamos.
Podríamos devolverle a las hadas sus cuentos y sencillamente escondernos en un abrazo sin tiempo, uno no dado, uno imaginado.
Podría mentirte ahora y decirte que no envidio los tres granos de azúcar que yacen necios en la esquina de tus labios. Podría jurarte por lo más sagrado que mañana habré olvidado este momento; y este café, esta silla, esta taza, este sentimiento, este reencuentro. Podría mentirle al mundo y decirle que no te quiero repetir jamás; que como experiencia sos la peor, la nefasta más grande entre todas.
Podrías mentirme a los ojos como tan naturalmente lo hacías cuando estabas conmigo: cuando estábamos, cuando éramos. Podrías decir que me amás.
Yo, sin embargo, podría mentirme ahora mismo y olvidarte en el intento.
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Los labios no tienen esquinas
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