Es casi medianoche, está lloviendo y tengo los pies helados.
Extrañamente, el viento sopla muy fuerte.
Extrañamente, pensé que eso no pasaba en esta ciudad.
No me preguntés por qué -soy un estúpido, lo sé-,
pero pensé que aquí no hacía viento nunca.
Esta lluvia me empaña el pecho, ¿sabés?
Esta lluvia me moja en seco;
sobre todo a esta hora;
sobre todo tan solo.
Para mi desgracia el frío ha empezado.
Ha comenzado a quemarme los huesos,
a convertirme en brillo opaco.
Este frío no es bueno, ¿sabés?
Me recuerda que soy trópico.
Me señala con el dedo,
me dice que le caigo mal,
que soy su objetivo.
Este frío maldito no llega del todo,
pero de lejitos me amenaza.
Me anuncia con resoplidos gélidos que soy el siguiente;
a leguas se nota que me quiere congelar el corazón.
Bonito, luego va por tus rodillas.
ResponderEliminarAy! Ay de mí! Ay, por mis claquetas*!
ResponderEliminar(*palabra inventada para significar los huesos de una calaca :)
Ay la Lluvia, bonita prosa.
ResponderEliminarGracias por leer, Ricardo!
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