octubre 11, 2010

El proyecto cursi


En mis sueños vi tu alma desnuda por primera vez. Yo nunca creí en las almas, pero anoche tuve la tuya -cierta y clara- frente a mí. No te pedí que la desnudaras, jamás me atrevería. Fuiste vos quien lo hizo motu proprio. Vos con tu impulsividad, esa tan tuya, tan adorable, tan ojiverde. Fuiste vos, con tus pies descalzos, con tu pelo enmarañado y tu mirada de adiós.


Era obvio que mientras quitabas tus botones, llorabas. Nunca trataste de disimularlo. -Hemos hecho esto antes-, dijiste con la voz quebrada. -Nunca-, contesté sereno. Me miraste tan profundo que sentí la bolsa de mis testículos comprimirse y mi pulso arrastrarse (rápido pero a la vez tímido) borrando todo rastro de serenidad en mí.

-Perdoname-, te dije. Lo único que se me ocurrió fue pedir disculpas.
-Ni hay por qué-, contestaste con los ojos cerrados.

Nada fue lo mismo de ahí en adelante. Mis pupilas dilatadas estallaron. Me tomaste la mano izquierda y la posaste sobre tu pecho.

-Tenés el corazón inquieto-, dije casi sin pensarlo.
-No está acostumbrado a funcionar-, respondiste con astucia.

Las horas pasaron y nuestros lazos emocionales articularon una escena de perfecta confesión patética. Cada uno con sus penas, cada uno con sus temores, nos revelamos juntos en total honestidad y sellamos con un beso de despedida la sinceridad que nos prometimos a partir de ese instante.

-Tu alma es fea- dije.
-Lo sé-, contestaste con una media sonrisa.

Pero sabías que mentía. Sabías que estaba ocultándote que me parecía la más linda de este planeta y los que restan por descubrir. Sabías que desde ese momento estaría perdidamente enamorado de vos, que no había vuelta atrás. Vos estabas de acuerdo también. Asentiste sin pedirme nada a cambio, sin exigirme esa desnudez emocional con la que vos te me habías presentado al inicio. Lo sabías todo, pero yo no quise creerlo entonces.


2 comentarios: