agosto 30, 2011

El eclipse y el mar


Decenas de miles de kilómetros nos marcan una barrera natural y temporal que nunca creo ser capaz de sortear. Superados los deseos y olvidados los abrazos dados, decido siempre, como cada noche después de tu partida, cerrar ese capítulo y comenzar a escribir una nueva historia. Sin embargo, mi mente, caprichosa como lo es, busca los huecos en los que bajo la guardia, se filtra en mis sueños y, como si nada, me planta la idea de vos.

Heme aquí, postrado, inmóvil, incapaz de razonar ideas, impotente ante tu imagen vívida, tu respiración hecha pensamiento, tu tacto etéreo, mi corazón amordazado. Heme aquí, soñándote una vez más, haciéndote partícipe de mi vida, como huésped sin billete de retorno, como un amor que no se entiende ni se explica, solo se vive. En mi sueño te regalo el eclipse, te regalo el mar, te regalo una foto que nunca verás.

En mi sueño sos prioridad, en mi sueño seguís siendo vos.

agosto 24, 2011

En la hora del café


Yo tengo (o debería tener) asuntos más importantes por atender.
Yo tengo (estoy seguro de que así es) mejores temas sobre los cuales escribir. Sin embargo, te siento. Y lo siento tanto por mí mismo, porque me repito a pausas. A puntos. A comas.
Soy o estoy inseguro, incoherente y con la mala costumbre de releerte en mis poemas que nunca fueron, como vos y yo. Estoy mal acostumbrado a tenerte en el filo de la memoria, esa que de formas mezquinas también me incita a nunca desearte lo mejor. Ni a vos ni a él. Porque no quiero que seás feliz con ese. El nuevo, el reemplazo, mi sustituto. Ese más delgado que yo. Ese más guapo que yo. Más inteligente, más fuerte.


Nunca fuimos, vos y yo.