noviembre 23, 2011

Toma y daca


Sabías que llegaría quince minutos tarde y de todas formas te presentabas a tiempo. Al ver que salía del tren, mirabas el reloj y tus cejas arqueadas jugaban a regañarme. Yo, en cambio, jugaba a tener vergüenza, a sentirme apenado por el retraso; yo jugaba a que te abrazaba fuerte para pedir perdón. Vos, inmutable, jugabas a posar la indignación: querías más abrazos, querías más besos. Te dejabas consentir y yo me prestaba al juego; yo me prestaba al rubio en tu pelo, a la humedad en tu abrigo, a la lluvia en tus cejas, esa lluvia que -por supuesto- alegabas como agravante a mi tardanza.

Jugábamos los dos. Y jugábamos limpio, sin trampa ni malicia.
Jugábamos un juego justo, pero sin salida.
Pasábamos las horas respirando sin presión, deslizándonos entre cañas con limón.
Encontrábamos salidas sin entradas, volábamos sin despegar.
Nos abrazábamos sin complejas pretensiones,
Jugábamos por afición y con pasión.
Jugábamos a mentirle al tiempo, a ilusiones fatuas y emociones díscolas.
Jugábamos a besarnos sin tocar los labios,
A ser vos y yo,
Jugábamos a tener citas.

noviembre 17, 2011

Requiebro


Vos sos, sin duda, el error que no me puedo permitir.
Sos un litro de lágrimas retroactivas,
esas que me sacaste cuando aún no te conocía.
Sos la tristeza que he dibujado en mi mente traicionada,
la misma que ha denostado mis noches solitarias.
Vos sos, sin duda, la repetición instantánea de ese amor que una vez perdí.
Vos sos la sorpresa que se sabe de antemano,
la confirmación de todas mis sospechas.
Sos la piedra en este camino que recorro solo.
Sos la mentira que me dije cuando desembarqué:
el amor mudo.
El suspiro que me permito en el confín de mi destierro.
Sí, sos vos.
Y lo sé sin conocerte.


noviembre 16, 2011

"Molas"


Podríamos mentir como dos adultos normales lo hacen y decir que volveremos a vernos. Podrías dejar tus excusas y finalmente admitir que te gusto, que nos gustamos.
Podríamos devolverle a las hadas sus cuentos y sencillamente escondernos en un abrazo sin tiempo, uno no dado, uno imaginado.

Podría mentirte ahora y decirte que no envidio los tres granos de azúcar que yacen necios en la esquina de tus labios. Podría jurarte por lo más sagrado que mañana habré olvidado este momento; y este café, esta silla, esta taza, este sentimiento, este reencuentro. Podría mentirle al mundo y decirle que no te quiero repetir jamás; que como experiencia sos la peor, la nefasta más grande entre todas.

Podrías mentirme a los ojos como tan naturalmente lo hacías cuando estabas conmigo: cuando estábamos, cuando éramos. Podrías decir que me amás.

Yo, sin embargo, podría mentirme ahora mismo y olvidarte en el intento.




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Los labios no tienen esquinas

noviembre 02, 2011

pluvia | frigus


Es casi medianoche, está lloviendo y tengo los pies helados.
Extrañamente, el viento sopla muy fuerte.
Extrañamente, pensé que eso no pasaba en esta ciudad.
No me preguntés por qué -soy un estúpido, lo sé-,
pero pensé que aquí no hacía viento nunca.
Esta lluvia me empaña el pecho, ¿sabés?
Esta lluvia me moja en seco;
sobre todo a esta hora;
sobre todo tan solo.
Para mi desgracia el frío ha empezado.
Ha comenzado a quemarme los huesos,
a convertirme en brillo opaco.
Este frío no es bueno, ¿sabés?
Me recuerda que soy trópico.
Me señala con el dedo,
me dice que le caigo mal,
que soy su objetivo.
Este frío maldito no llega del todo,
pero de lejitos me amenaza.
Me anuncia con resoplidos gélidos que soy el siguiente;
a leguas se nota que me quiere congelar el corazón.