junio 06, 2010

Ayer

Todo estuvo configurado para que te conociera: la cena previa con los colegas y su indefectible final con tintes alcoholizados; la consecuente y predecible pelea entre mi jefe-colega bonachón pasadito de copas y su horrible novia gorda consentida no-se-lo-merece; el sentimiento de no querer que la noche se acabara ahí; las ganas de seguirla, pero ya no en ese ambiente, ya no como pez en pecera, sino en mar abierto.
Todos y cada uno de los segundos involucrados se alinearon y ejecutaron relevos perfectos. Una inexplicable concatenación de eventos que me llevaría a la barra de un bar 3 metros bajo tierra, al neón azul en mi cara y a una sed violenta en mi garganta que demandaría con urgencia agua fría y embotellada.
Hasta que finalmente nos encontramos: vos a mí o yo a vos, poco importa. Lo cierto es que al vernos pusimos nuestras mejores sonrisas, las de gala: la mía un poco torcida y la tuya, en cambio, perfecta. Ese segundo, no cualquier otro, es el que quisiera poder vivir por siempre. Memorizarlo y no dejarlo empolvar jamás. Quisiera experimentar el momento exacto en el que me saludaste con tus cejas arqueadas, ese instante en el que asestaste veinticinco puñaladas a la boca de mi estómago, ese brutal pero encantador golpe a mi pose de yo-aquí-no-le-hablo-a-nadie.
Todavía lo recuerdo todo con claridad. Tengo en la orilla de mi memoria tus ojos tibios y tus manos largas sobre mi barba incongruente. Tus cumplidos de primer mundo y tu actitud serena, malcriada pero al mismo tiempo seductora. Tu pecho fuerte, hombros simétricos y tu espalda esculpida en suavidad.
No puedo dormirme, me acuesto en la cama, pero no quiero dormir. No ahora, no justo ahora que te recuerdo y te releo en mi mente como se vive el presente; no ahora que disfruto sintiéndome primerizo al recitar como de memoria todos nuestros diálogos. Prefiero levantarme de golpe y escribirte estas líneas con la pretensión de capturarte en ellas y hacerte inmortal. Me urge dejar constancia del beso de bienvenida y de buen viaje; de la cosquilla en mis labios y de tu pelo bobo entre mis dedos; del abrazo de hasta pronto y de la plática de rutina –¿me llamás?, ¿me escribís?, ¿me vas a llegar a visitar?–. Quiero escribirte esto hoy, mientras aun te recuerdo; hoy que lo inestable de mi memoria aun no ultraja con un quién-sos-vos a tu recuerdo; Hoy que aun te vivo, hoy que aun te siento, como si hubiera sido ayer.

5 comentarios:

  1. Dudas me agolpan en el sentido. Sospechas también.

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  2. Ese momento de las sonrisas hace valer la pena un montón de cosas de la noche horrible salvadoreña. ¡Igh!

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  3. Nadie! me dan miedito sus sospechas! ;x
    Anónimo, tan tan tan horrible no es!

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  4. Me encanta como escribís Proiectus. Este post está lleno de imágenes tan sugerentes, que da miedo... Miedo del rico, del lindo.

    Flor Aragón

    P.D. Cuesta mucho comentar bajo el perfil de Google.

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