febrero 28, 2011

Espejo II

Vivís en San Salvador, El Salvador. "El pulgarcito de América", el chiquito y violento. Ese mismo paisito en el que toda la gente se queja cotidianamente por erradas decisiones políticas, violencia, pobreza cruel y desempleo paradójicamente esclavizante. Carencia, carencia y más carencia. El país con abundancia de carencias. Algo que vos ya sabés y que te repetís como una especie de mantra obligatorio: estamos mal. Un muerto, dos muertos, tres muertos. Dejás de contar cuando llegás a los trece. Dejás de contar y comenzás a quejarte de nuevo. Te quejás o llorás. Decidís mejor quejarte, vomitar esa especie de consigna de batalla aprehendida para demostrar que sos diferente y que no formás parte de ese fenómeno de podredumbre cultural que se come con bocados de gigante al pulgarcito, a esos veintiún mil kilómetros cuadrados de esterilidad intelectual. Sí, ajá, lo digo porque estoy enojado. Y te lo digo a vos, porque te quejás demasiado. Te quejás del peligro, de las plazas sucias, de la violencia y de las maras. ¡Uy, las maras! ¡Qué terribles son "los maras"! mejor no vayás a El Salvador, andate para Costa Rica porque los ticos son como los suizos centroamericanos, ¡sí, qué lindos que son!. Y pensás de nuevo en lo feo. En "el cáncer social" de nuestro país. Claro, escupí para arriba y más alto, ya vas a ver qué pesada y asquerosa estará tu saliva cuando se estrelle en tu cara. Seguramente te incomodará los ojos y verás borroso por unos segundos, luego, por supuesto, te quejarás. Pero, en fin, qué más esperar de vos. Con gran certeza te quejarás un poco más, eso es lo único que sabés hacer, eso y decir "NO". No a ceder el paso, no a hacer favores, no a respetar la fila en un banco, no, no y no. Si tuviera que describirte sería con un "no", porque eso es lo que respirás, comés y cagás. Si tuviera que recordar la palabra que con más frecuencia te he escuchado repetir sería "no". Qué sorpresa, te quejás de mis acusaciones. -Yo no soy así-, decís. -Por lo menos yo no mato a gente ni robo a nadie-, rebuznás. De nuevo con las quejas, de nuevo con tu no. Ajá, quizá tenés razón, vos no sos así. Vos sos distinto, porque descompuesto en tu sillita de oficina opinás que escupir plomo a los otros está mal. Pero tus brazos cruzados me dan equis y yo hoy quiero quejarme de tu otro tipo de indiferencia. De tu complejo de conformismo y de tus aspiraciones de mediocridad. Yo quiero quejarme de la cabeza hueca que sostenés sobre tus hombros y de tus pretensiones por un mejor país. Yo hoy quiero preguntarte cómo esperás que la porqueriza cambie, si la mayor de las transformaciones está dormida en tu mente. On hold. Hoy quiero hacerte un reclamo porque has presionado tantas veces el snooze button y no te has despertado nunca para ver el daño que tu actitud le causa al terruño que vos decís querer tanto. Yo te quiero reclamar por sobrepasar la doble línea amarilla y por ser un verdadero lagarto con todos tus "azuliblancos". Te quiero dar de bofetadas por no respetar una fila de banco y por no ceder el paso en la calle. Por robarte el espacio en el parqueo a una persona que llevaba cinco minutos esperándolo. Por querer "quedar de chivo" y aplastarte en el camino de otras personas. Por irrespetuoso. Por no dejar pasar al peatón que quiso cruzar la calle en el paso de cebra. Por cruzarte la calle por donde no debés cuando sos peatón. Por ser parte de un circo. Por ser una bestia entrenada para trabajar como autómata, sin iniciativa, sin más. Hoy te quiero reclamar por no despertar y no darte cuenta de que la vida es aquí y ahora. Es lo que hay, pero lo podés cambiar de a poquitos. Date cuenta ya, porque la alarma lleva ratos encendida.

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Apoye el cambio hoy: ceda el paso, salude, respete una fila. Sea gente, no bestia.

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