mayo 18, 2011

un pedacito de nada

La última vez que te vi fue un jueves. Cuentan tus cercanos que al siguiente día una avalancha grosera e invisible te aplastó. Solo a vos. Llegó, por supuesto, cuando menos te lo esperabas. Comenzó oprimiéndote el pecho y poco a poco logró cortarte la respiración por completo. No hiciste nada, sabías que oponer resistencia únicamente empeoraría el proceso. Tus ojos se llenaron de tristeza color sepia y no tuvieron más opción que sangrar lágrimas espesas. Hoy veo tu relato silencioso impreso en manchas de vulnerabilidad. Gracias a ellas entiendo más tu sufrimiento; descubro tu traslucidez y percibo tus verdaderos miedos, pero ya es demasiado tarde.

Fuera de lugar y de foco, en el plano accesorio, lejos de donde realmente sucede la vida. Así te despediste.

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