julio 27, 2011

¿El proyecto papá?


Son las diez de la mañana y estamos en la playa. Yo soy el mismo de siempre, quizá un poco más viejo, un poco más gordo. Vos no pasás de los dos años. Tenés la carita redonda y los ojos color miel. Tu pelo es castaño y ondulado (puedo ver cómo la caprichosa brisa del mar lo insolenta). Los dos vamos caminando descalzos. Observás mis pies marcar el camino sobre la arena negra. Levantás tu mirada hacia mí y me sonreís. Desde arriba te sonrío también.

Seguimos avanzando un par de metros más y al sentir la humedad en tus pies te detenés. Con una mueca me explicás tu incomodidad. En ese mismo instante tus manos diminutas se aferran nerviosas a mi antebrazo. No querés seguir. El miedo crece y esta vez me lo decís. Estás aterrada por el mar. Yo me detengo, me conmuevo. Me agacho y frente a frente te digo que no pasa nada, que estoy aquí, que yo te protegeré, que yo te cuidaré de las olas del mar. No muy segura de lo que hacés, cerrás los ojos sin pensártelo más. Te alzo en mis brazos con la facilidad del aire. Colochita de ojos cafés y pelo juguetón.

Estando arriba me rodeás fuertemente el cuello y sumergís tu cara en mi hombro.
En el abrazo siento tu amor. En vano te pregunto si estás lista. Tu abrazo más fuerte es mi única respuesta. Finalmente entramos juntos al mar. Doy diez pasos hacia adelante y tengo plena conciencia de que llevo a mi hija en brazos, aferrada a mí. Sangre de mi sangre. La nueva alianza ¿o la eterna? -no sé mucho de estas cosas-. El agua es tibia y las olas compasivas no azotan con la furia de otros días. Nos acarician y nos dan la bienvenida. Nos acogen en su manto de aqua impoluto, cristalino y nos invitan gentiles a quedarnos ahí.

Después de un rato levantás tu cara. Ves el mar y me ves a mí. Te sonrío de nuevo. Haces una pausa y en breves instantes me regalarás la sonrisa más linda que jamás alguien pudo regalarme. Tu pie derecho se moja de agua salada y empezás a salpicar. Te relajás. Estás feliz. Te sentís segura conmigo. De mi mano has empezado a conocer un poquito más de este mundo. Estás tranquila porque estás a mi lado, estás tranquila porque sabés que te cuido. Y yo, yo estoy soñando.




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