agosto 26, 2010

Epílogo

Tengo frío. Comienza en el espinazo y me llega a todos y cada uno de los apéndices del cuerpo. No me deja pensar, ni hablar. No me deja entender nada, sólo una cosa sé y es que tengo frío. Sólo una cosa veo y es que tiemblo. Sólo tiemblo, solo. Sin una cobija, ni humana ni sintética. Sólo desdibujado, con coágulos de tristeza congelados que bloquean el paso de mi sangre hacia el corazón. Sólo corazón. Solo, corazón. Sin los míos, sin los propios. No me muevo de mi silla. No me salgo de este cuarto. No distingo sus paredes de barro, no percibo sus puertas de madera astillada; es que no puedo: no estoy vivo, sólo estoy congelado; estoy solo y congelado sin realmente estarlo. Sin voz, ni oído. Sin vos, ni tu calor. Tengo frío y no puedo gritar, tengo muerte y no la puedo espantar. Ha venido por mí, lo sé. Ha venido a traernos a todos: somos setenta y dos en total.

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