marzo 16, 2011

El proyecto filial

Yo voy por la vida y veo en ellos lo que nosotros no somos. Voy por la vida y los veo altos o bajitos, fornidos o flacos, bien parecidos o feos; no importa cómo, pero siempre dos. Veo que actúan y hablan de manera similar. Ambos caminan con el mismo ritmo y se tocan el pelo cuando están nerviosos. De tal palo, tal astilla -pienso-. Veo cómo se hablan y se abrazan, algunas veces hasta se dan besitos en la mejilla. Son cómplices con frecuencia y, por lo general, el uno -más viejo- le da consejos al otro sobre cómo conquistar a una mujer. Los veo sentados en la sala de sus casas, absortos frente al televisor viendo el fútbol de domingo. Se toman un par de cervezas en el patio y el uno -otra vez el más viejo- le pregunta al otro que cómo le va en el trabajo. Los veo y no puedo apartar la mirada, son padre e hijo.
Yo voy por la vida queriendo y no queriendo emociones que desconozco. La verdad es que no sé cuánto tiempo ha pasado desde que usted y yo nos sentamos solos a discutir sobre nuestros asuntos. O cuándo fue la última vez que nos tomamos una cerveza, o la última en la que nos contamos un chiste o dos. Me da cierto temor reconocer que posiblemente nunca hayamos hecho nada de eso, que quizá lo soñé o que quizá fue simplemente un deseo súbito que me surgió en una de mis típicas tardes de nada.
Mentiría si dijera que estoy contento con esta relación tan extraña que tenemos. Una interacción diplomática, desde luego, pero sumamente extraña: los abrazos dados por ritual; las preocupaciones plausibles que se dan solo si hay una pauta expresa; las preguntas que versan solo sobre lo que está dentro de nuestras fronteras invisibles. Lo demás, ha sido y es tabú entre nosotros. Un secreto recelosamente guardado por ambos: No me pregunte, no me cuente. Así como en el army de los gringos. Ese sistema funciona, pero nos deja como seres humanos a medias y a medias nos quedamos, usted y yo.
Yo voy por la vida con miedos concretos que nos conciernen a los dos. Miedo a pensar que así quiero nuestra cercanía: cordial, amigable, llevadera, falsa. Miedo a que, a pesar de las visitas, los abrazos y las palmadas en la espalda, sigamos envueltos ad eternum en una mecánica de cordialidad filial superficial. Miedo a que algun día, cuando ya no estemos (usted o yo), recuerde con arrepentimiento este vacío de confianza que nos mantiene con los mecanismos de defensa en pie.
Yo voy por la vida y veo en otros lo que usted y yo no somos.

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