julio 22, 2010

Carta abierta

Tengo tantas palabras en la cabeza que quisiera articular en preguntas, pero creo que es mejor no hacerlo in voce. Me da miedo. Mejor te lo escribo aquí, donde no me ves y donde no podés saber con absoluta certeza si soy yo, si sos vos o si somos nosotros, dibujados en texto, hechos palabra escrita. Ficción o realidad; sueño o realidad; mentira o realidad; vos o yo.
Te conozco lo suficiente como para comprender por qué tenés que clasificar a la gente y dividir tu mundo en dos partes desiguales. Ya he escuchado tus temores y conozco de sobra las razones por las que te movés en medio de códigos secretos. Ya lo sé, pero no lo apruebo. Menos aun, cuando me entra la paranoia y mis sentimientos -frágiles ellos- se ven indefectiblemente amenazados.
Pobre vos. Sí te quiero. Y te quiero ayudar tanto, pero también quiero insultarte. Me preparás una ensalada de emociones que me cuesta mucho digerir. Yo sé que te quiero, pero me hacés sentir mal a veces; sobre todo, cuando por tu culpa dudo de mí mismo y temo pertenecer a una verdad sesgada por el miedo-sin-razón, sucia y de segunda categoría.
Pobre yo. Esto no es bueno para mí, pero sigo hablándote. Sigo apreciándote bien como se quiere a los amigos, porque eso es lo que sos para mí y no me importa tanto que no sea recíproco, no porque sea irrelevante, sino porque me da terror descubrir una verdad que no me guste.
Pobres los dos. Nos llevamos bien, ajá, pero hoy quiero quejarme en silencio: yo no quiero darle vergüenza a nadie, ni quiero estar en estancos separados de amistad porque simplemente no creo en ellos. O se está o no. No se te quiere a medias, no se te extraña a medias. Y no es que yo no sepa de secretos, y no es que yo no haya pasado por eso, es sólo que vos lo llevás a un nivel que desconozco.
A pesar de todo, sigo siendo tu amigo clandestino, leal a tu sigilo, fiel a la mentira que sos y a la vida que has construido sobre un pretender.
Voy a seguir aquí, ayudándote siempre y tendiéndote la mano cuando lo necesités, pero algo debés tener claro: a veces me resiento con vos y, si no te digo el motivo, es porque me he cansado de pintarte arcoiris en blanco y negro que no existen en el mundo real.

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