julio 26, 2010

odio | amor

El cáncer de un país que ya no puede levantarse es su misma gente, esa con el cerebro del tamaño de una hormiga y con el sentido de solidaridad más muerto que el líbido de mi abuelo.
Cómo se supone que vamos a pasar de las vías al desarrollo, si ni siquiera en nuestros entornos más reducidos somos capaces de ver más allá de nuestras putas narices. A ver si la gente se educa un poco más en urbanidad. Esos que se llaman educados y con preparación, los que muchas veces se piensan seres superiores porque pagaron un par de pesos a la universidad de su colonia para que les dieran un pedazo de cuero, cartón o cartulina -qué se yo-.
A ver si empezamos a abrir la mente y comenzamos a practicar un poquito ese asunto tan raro y exótico al que llaman empatía. Comemierderos somos y seguiremos siendo si no nos damos cuenta de que necesitamos de los demás: los unos, los otros y los aquellos, todos juntos, porque separados ni mierda somos. Pero no, aquí ni ceder el paso en la calle sabemos. Me cae mal odiar a mi país, pero a veces es tan difícil no hacerlo.

1 comentario:

  1. akí en "no man´s land" pasa y bien seguido..eso de odiar donde uno nació!

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